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47. Reflexionando sobre energía y sostenibilidad (1 a 3). Miquel Barceló, 29 de noviembre 2015

La sostenibilidad, una visión general. La revolución industrial ha representado un punto y aparte en la historia de la humanidad; una singularidad rupturista que ha disparado todas la variables económicas y sociales de los últimos 250 años.

La renta per cápita mundial se mantuvo prácticamente estable hasta el inicio de la revolución industrial, momento en el que comienza un crecimiento acelerado de carácter exponencial que no ha parado hasta nuestros días. Dado que la población ha tenido también un gran crecimiento, la producción industrial total ha tenido un crecimiento superior. Ello significa consumo de materias primas, consumo energético, producción de residuos, etc.

Credit Photo: essenciayespacio.blogspot.com.es

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En artículos anteriores, hemos observado cómo la economía exponencial se manifestaba a través de distintos fenómenos de carácter tecnológico, económico y social, transformando cuantitativamente y cualitativamente las condiciones anteriores. La economía se ha globalizado gracias al cambio tecnológico nucleado alrededor de las TIC y la maquinaria productiva mundial está funcionando cada vez a mayor velocidad.

Y todo este proceso acelerado se ha producido manteniendo unos viejos supuestos propios de la sociedad industrial: que la naturaleza era inagotable, que su capacidad de carga para absorber los residuos del proceso no tenían límite y que las materias primas de todo tipo necesarias para que la maquinaria funcione no se acabarían nunca. Pues bien, hoy todos los datos disponibles nos dicen que este modelo industrial, o industrialista, en el que nos hemos apoyado para llegar hasta aquí, es falso, que no se sostiene. El modelo actual de desarrollo económico no es sostenible, no se puede mantener indefinidamente, tiene fecha de caducidad. Hay que cambiarlo.

Y es en este preciso momento histórico cuando nacen las ideas sostenibilistas que se fundamentan en el triángulo ambiente-sociedad-economía. No se trata por tanto de una nueva versión del ecologismo, sino de una visión global integradora, resultado de la convergencia de la reflexión ambiental, del análisis económico y de las consideraciones sociológicas. Podríamos pues hablar del sostenibilismo como de una nueva dimensión cultural de la humanidad. Es por ello que a menudo se habla de la nueva cultura del agua, de la nueva cultura de la energía etc, como manifestaciones parciales de esta nueva cultura de la sostenibilidad.

Una aportación fundamental a esta nueva cultura de la sostenibilidad la han realizado eminentes ecólogos como el Dr. Margalef, entre otros, al poner de manifiesto que la especie humana es una especia más de la biosfera, dotada de una enorme capacidad de alterar el medio pero que depende, como las otras especies, de su entorno natural.

Esta nueva cultura de la sostenibilidad supone un gran cambio en los comportamientos individuales y colectivos. Representa que nuestros actos han de ser compatibles con la gestión del espacio global en un tiempo determinado (ejemplo: debemos conscientemente reducir las emisiones de CO2 en todo el mundo ahora) y, a la vez, con la gestión de las previsiones futuras de las distintas variables económicas y ambientales (ejemplo: planificar la reducción futura del consumo de petróleo y sus derivados para producir electricidad).

Es por ello que la sostenibilidad cambia radicalmente la escala espacial y temporal de las actuaciones. La escala espacial es el mundo, como corresponde a una economía global. La escala temporal es el medio y largo plazo, a partir de la previsión y corrección de las actuaciones presentes que tienen unas consecuencias futuras. Las nuevas generaciones recibirán las consecuencias de nuestros actos presentes. Para ello hay que internalizar en el sistema actual estas consecuencias futuras que hasta ahora no se habían tenido en cuenta.

Y ello no tiene nada que ver con actitudes conservacionistas o mantenedoras de supuestos equilibrios naturales. Un sector naturalista del ecologismo no es sostenibilista, es inmovilista.  No es innovador, es reaccionario. Se opone a nuevos parques eólicos o a nuevas líneas eléctricas no en aras de la nueva cultura sostenibilista, sino por incapacidad de plantear alternativas reales y posibles. Es decir, se opone a todo por sistema. En cambio, la ecología sí que admite el progreso humano respetuoso con el medio.

El sostenibilismo es una nueva cultura global que asume la responsabilidad de plantear alternativas posibles ahora, pensando en las consecuencias futuras, y teniendo en cuenta las necesidades de toda la población. Teniendo en cuenta que se trata de una nueva cultura, de una nueva forma de pensar, de unos nuevos valores que van a requerir de un cambio en la forma de pensar tradicional. Como afirma Ramón Folch:  “Profundizando en el conocimiento de la máquina de vapor no se llega ni a los ordenadores , ni a la televisión….”. Hace falta un cambio de modelo.

La base ambiental, social y económica del pensamiento sostenibilista, pone de manifiesto que los problemas socioambientales van más allá de algunas molestias como la contaminación en sus distintas variantes. Si no fuera así, con unas cuantas acciones correctoras localizadas en forma de plantas depuradoras o de filtros de focos emisores, estaría el problema solucionado. No, el problema es global y conecta con el modelo de desarrollo económico actual. En este sentido el cambio climático viene en nuestra ayuda al poner de manifiesto como un problema ambiental es percibido como global y está relacionado con el sistema económico.

Y todo ello en el marco de la necesidad de pensar sobre la naturaleza de esta nueva cultura sostenibilista, a la vez que no perdemos la capacidad de actuar con las medidas apropiadas. No podemos esperar que todos los países se pongan de acuerdo, para actuar al nivel de nuestras posibilidades locales. Como afirma la conocida divisa ecologista de “pensar globalmente y actuar localmente”.

En realidad, como han afirmado distintos autores en coherencia con el pensamiento sostenibilista, ambiente y economía son distintas caras de la misma realidad. La economía se desarrolla en un medio que debe ser sostenible por definición, porque en caso contrario esta actividad se paralizaría, sería insostenible. Por tanto el modelo de desarrollo económico tiene sentido solo si internaliza las ideas sostenibilistas. En el caso del cambio climático, se pone de manifiesto de forma clara esta unión entre economía i medio ambiente. Como afirma mi amigo el ingeniero industrial Ramon Garriga: “No se pueden poner parches. Necesitamos un cambio de paradigma”.

El que algunos economistas “desarrollistas” no entiendan esta íntima relación entre economía y medio ambiente, no significa que no sea real. Significa que los árboles de un cierto dogmatismo economicista no les permiten ver el bosque de la realidad. Un modelo de desarrollo económico que vaya contra el medio ambiente acabará haciendo imposible este desarrollo. Pero además, resulta que esta íntima relación permite generar nuevas oportunidades de desarrollo sostenible que no existían con el anterior modelo desarrollista o industrialista.

El modelo sostenibilista tiene mucho en común por otra parte, con la economía del conocimiento que hemos venido analizando en anteriores artículos. Sin embargo, considero que está por hacer la teoría que nos permita conocer mejor sus interrelaciones, que serviría para avanzar en un mejor conocimiento tanto de su naturaleza como de las acciones para avanzar en uno y en otra. Animo a algún lector a trabajar en este sentido, promete ser apasionante.

Una variable clave: la energía

Una de las variables clave del nuevo modelo sostenibilista es el de la energía, por razones obvias. El consumo de energía es hoy el principal foco productor de CO2, entre otros gases contaminantes y su rápido crecimiento el principal factor que está propiciando el cambio climático. Veremos seguidamente pues los aspectos energéticos de este nuevo modelo.

Hay que tener en cuenta que actualmente la energía es responsable de un 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE y que constituye la causa principal de la contaminación atmosférica y del cambio climático. El futuro de la economía y de la salud ambiental del planeta dependen, en buena medida, de las políticas energéticas que se adopten en los próximos años.

Cada vez hay mayor consenso en que el modelo energético que hemos heredado es obsoleto. Desde hace unos años se está caminando hacia un nuevo modelo en el que los conceptos de globalidad, seguridad de suministro, medio ambiente y economía de mercado están cobrando cada vez mayor importancia, y van a marcar las pautas del nuevo modelo energético que está empezando a construirse.

No solo desde el punto de vista económico, sino también en el ámbito político y social, los parámetros de referencia son distintos; por tanto, el modelo de negocio cambia completamente y, como consecuencia, están apareciendo enormes oportunidades, pero también grandes amenazas, para las empresas del sector y para otras que ven el momento de involucrarse en esta actividad económica.

El control de las fuentes de suministro o el cambio hacia fuentes alternativas será un elemento fundamental del cambio. Más allá de las propias empresas, cada país jugará sus bazas para posicionarse en función de su capacidad.

Por ejemplo, vemos como EEUU ha decidido no perder el control de los hidrocarburos, aunque ha desplegado una estrategia potente para desarrollar las energías renovables y el carbón limpio. La Unión Europea ha optado por liderar la lucha contra el cambio climático con una fuerte apuesta por las renovables, consiguiendo posicionar a su industria en ese sector y asumiendo una penetración de esas energías muy fuerte. China y la India están tratando de asegurarse el suministro de hidrocarburos para promover su fuerte crecimiento, en aquellas zonas del globo en las que EEUU tiene menor influencia, a la vez que queman su carbón. China por su parte está realizando un gran esfuerzo en energía eólica, poniéndose en 2014 en cabeza en GWatios instalados.

Los próximos veinticinco años serán pues determinantes para situar a los países en una posición ventajosa o desfavorable con respecto a los retos del abastecimiento de las fuentes energéticas, de la protección del medio ambiente y de la competitividad económica de su sociedad.

Para poder jugar un papel relevante en este cambio, las empresas deben pues invertir en la generación de conocimiento, desarrollando tecnología que sea competitiva, que preserve el medio ambiente sin amenazar la seguridad de las personas, y que no hipoteque la seguridad de suministro de cada país.

En el próximo artículo analizaremos los retos del sector energético en la sociedad actual.

Artículo de Miquel Barceló

 

 

 

Miquel Barceló47. Reflexionando sobre energía y sostenibilidad (1 a 3). Miquel Barceló, 29 de noviembre 2015

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