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37. La gestión de uno mismo, Peter Drucker 3. Miquel Barceló septiembre 20

Esta es la tercera entrega dedicada a Peter Drucker. En el artículo 11 hablábamos de la revolución del conocimiento, veíamos una perspectiva histórica desde la primera revolución industrial hasta la actual revolución del conocimiento, pasando por la segunda revolución industrial del siglo XX que es cuando se produce la explosión de la productividad debida a Taylor y sus descendientes. En el artículo 27 nos referíamos a la economía del conocimiento y decíamos con Drucker, que la productividad de las economías dependerá de los trabajadores no manuales y de su capacidad para organizar la producción y la circulación de la información de la forma más eficiente; siguiendo la terminología usada por Peter Drucker, dependerá de la “aplicación del saber al saber”.

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Ahora, volveremos a su obra The essential Drucker y concretamente a la parte dedicada a la carrera profesional que lleva el título de “la gestión de uno mismo”. Drucker hace una serie de interesantes reflexiones y recomendaciones sobre la carrera de un profesional en la sociedad del conocimiento, a partir de su rica experiencia personal. Seguidamente resumiremos sus principales ideas.

Las 7 experiencias de Drucker

Primera. A los 18 años, Drucker dejó Viena y fue a trabajar a una empresa de algodón, pero sus padres querían que fuese a la universidad, y para complacerles se matriculó en derecho en Hamburgo. No iba a clase, pero cada tarde iba a la biblioteca y durante 15 meses leyó y leyó. También iba a la ópera, fue un día a una de Verdi que le impactó, Falstaff. Cuando investigó vio, que la había compuesto a los 80 años, esto le abrumó, primero por la edad de Verdi, ya que la gente no vivía tanto en el pasado y luego porque creía extraordinario que a los 80 pudiera componer algo tan increíble. Buscando información sobre Verdi, encontró que él decía: “toda mi vida me enfoqué en buscar la perfección, ésta siempre se me escapó, con seguridad tenía la obligación de hacer un intento más”, y esa fue la última ópera que escribió. Estas palabras se convirtieron en el norte de Drucker para toda su vida y cuando escribió este libro tenía también más de 80 años.

Segunda. Por la misma época de la experiencia con la ópera, también leyó una historia de Fidias, el más grande escultor de la Grecia antigua. Hizo las esculturas que están en el Partenón de Atenas, 2400 años después. Por la posición de las estatuas situadas en el techo, solo se podía ver la parte delantera, y cuando Fidias fue a cobrar por su trabajo, no le querían pagar, le dijeron que pretendía cobrar por esculpir una estatua íntegramente, cuando solo hacía falta la parte delantera, le dijeron que quería cobrar el trabajo de esculpir la parte trasera que nadie puede ver. Fidias dijo que estaban equivocados, ya que “los dioses pueden verlo”. 

Siempre hay que esforzarse por la perfección, aunque solo los dioses puedan verlo.

Tercera: Un par de años después, se fue a Frankfurt, primero trabajó como aprendiz en una agencia de corredores de bolsa, pero ésta quebró cuando la bolsa de nueva York colapsó en 1929. Entonces, fue contratado como redactor financiero y de asuntos exteriores del periódico más importante de la ciudad. Tenía 20 años y seguía inscrito en la universidad. Como se acordaba de Verdi y Fidias, se esforzó en leer y estudiar cosas para ser un periodista competente. 

Elaboró un sistema que utilizó siempre, cada 3 o 4 años elegía una nueva materia y estudiaba sobre ella; Estadística, historia medieval, arte japonés, economía, política. Decía que 3 años de estudios no son suficientes para dominar una materia, pero si para entenderla. Esto le dio mucho conocimiento, pero sobre todo le obligó a abrirse a nuevas disciplinas, nuevos enfoques y nuevos métodos.

Aprender nuevas disciplinas durante toda la vida.

Cuarta: Drucker relata como en el periódico donde trabajaba, su jefe los reunía 2 veces al año y les hacía una revisión del trabajo, mirando tanto lo bueno como lo malo. Aprendió que siempre hay que hacer una revisión del trabajo realizado y modificar todo lo mejorable. Otros autores como Deming han insistido en el tema de los ciclos de mejora continua, en este caso con el Ciclo de Deming, un ejercicio sencillo de aplicar y muy positivo para la implicación de un equipo en la mejora continuada de un plan de trabajo previsto para un periodo de tiempo determinado. Se trata del ciclo Plan-Do-Check-Act. 

Quinta:  en 1.933 se fue a Londres a trabajar como analista de valores en una empresa de seguros, rápidamente lo ascendieron a secretario ejecutivo, pero él continuaba haciendo los análisis de valor, un día el gran jefe lo llamó y le dijo que él era el secretario ejecutivo y no el analista, “debimos dejarlo donde estaba”, dijo el socio. El jefe le preguntó que debería estar haciendo para ser más eficaz en su nueva tarea y Drucker le entendió.

Se trata del conocido principio de Peter, que dice que toda persona llega a su nivel de incompetencia porque cuando hace bien una tarea le van ascendiendo hasta que la hace mal. La lección en este caso es no hacer lo que sabes hacer bien, si no lo que debes hacer según la tarea que te han asignado.

Sexta: en 1937 Drucker fue a los EEUU, y en esta época estaba estudiando historia de Europa de los siglos XV y XVI. Se dio cuenta que los jesuitas y los calvinistas eran las dos organizaciones con más éxito, y que uno de los factores de este éxito era que cuando tomaban decisiones importantes, antes escribían los resultados que preveían. Meses después se adoptó en su trabajo el método de escribir los resultados previstos y compararlos después con los resultados reales.

Drucker recomienda que cuando se programa una actividad hay que escribir las previsiones y compararlas después con los resultados.

Séptima: en 1949, Drucker empezó a dar clases de gestión en la Universidad de Nueva York. Su padre tenía un amigo que se llamaba Schumpeter, un gran economista (como sabéis, en los años 30 Schumpeter propuso una definición de innovación que todavía es vigente). Fueron a visitarle a su casa. En su juventud este hombre decía que quería ser recordado por ser el mayor amante de bellas mujeres, el mejor jinete y como el más importante economista. Ahora ya mayor, le preguntaron lo mismo y respondió, que quería ser recordado por haber hecho diferente la vida de la gente, al menos de alguien. 5 días después murió. Drucker nunca olvidó la conversación y aprendió 3 cosas. Una, debes preguntarte los hechos por los que quieres ser recordado. Segunda, la respuesta debe cambiar a medida que envejeces, tanto por la madurez como por los cambios del mundo. Finalmente, hay que ser recordado por las aportaciones que has hecho a la vida de la gente.

Resumiendo: 

Primero: buscar la perfección durante toda la vida, como Verdi.

Segundo: esforzarse por la perfección, aunque solo los dioses puedan verlo, como Fidias.

Tercero: aprender nuevas disciplinas durante toda la vida.

Cuarto: hacer revisiones periódicas del trabajo realizado y modificar todo lo mejorable.

Quinto: preguntarse qué debo hacer para ser más eficaz en mi tarea.

Sexto: escribir las previsiones y compararlas después con los resultados.

Séptimo: preguntarse porque quieres ser recordado, ir cambiando la respuesta con el tiempo y finalmente ser recordado por lo que has aportado a la vida de la gente.

Conclusión final: creo que vale la pena seguir aprendiendo del maestro Peter Drucker.

Artículo de Miquel Barceló

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