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41. Creatividad 2, Miquel Barceló, 18 octubre de 2015

El artículo 33 sobre creatividad dedicado a Lehrer terminaba con algunas conclusiones para favorecer la creatividad y la innovación. En ellas proponíamos pensar si en nuestra empresa podíamos aplicar modelos de gestión del tiempo como vimos que ocurría en los casos de 3M o de Google.

Credit Photo: essenciayespacio.blogspot.com.es

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También sugeríamos trasladar algunas experiencias de éxito al conjunto de la empresa. Finalmente, se planteaba la posibilidad de aplicar a nuestras empresas una de las estrategias presentadas en el “50 ways to generate ideas more effectively” de Kevin Duncan citado en el libro de Lehrer. Hacíamos referencia, concretamente, a la estrategia número 26 de Kevin Duncan denominada “The Unconcealing” que podríamos traducir como “destapar lo que está escondido”. Esta estrategia se basa en las teorías de Lehrer acerca de cómo la solución aparece cuando dejamos de pensar en el problema.

Hoy dedicaremos nuestro artículo sobre Creatividad, también basada en las aportaciones de Lehrer, a otras experiencias complementarias de las anteriores.

La actividad del cerebro

Se ha demostrado que cuando una persona deja de estar enfocada conscientemente en una tarea, su cerebro no deja de estar activo, de manera que puede decirse que el cerebro deja volar su fantasía libre de las limitaciones de la tarea concreta que estaba realizando. Esta actividad cerebral autónoma correspondería a la expresión popular de “soñar despierto” o “estar en Babia”. El cerebro usa estos espacios de pensamiento no deliberado para conseguir resultados mejores de los que éste podría conseguir solamente a partir de la dirección deliberada consciente por parte de su dueño.

Los momentos de pensamiento espontáneo, son momentos de ensoñación que suelen ocurrir cuando la persona está llevando a cabo una actividad rutinaria que requiere de su parte poca atención consciente, como por ejemplo caminar o conducir el coche en una carretera sin tráfico. En estos momentos, la capacidad superior cerebral queda liberada y el sistema cuerpo-mente decide dedicarla a la exploración que nace de conectar distintas áreas cerebrales. Leher habla de “explorar sus bases de datos internas”). Así aparecen nuevas conexiones neuronales que dan lugar a nuevas interpretaciones, nuevos conceptos y nuevas ideas.

La historia de la innovación está llena de ideas brillantes que se han producido en momentos de ensoñación como los que describe Lehrer, mientras hacíamos tareas rutinarias o, sencillamente, “no pensábamos en nada”. Uno de ellos es el conocido caso de la innovación del post-it de la empresa 3M.

¿Significa esto que lo mejor que podemos hacer es “estar en la luna”?. Seguramente no. Pero lo que sí nos descubren las conclusiones de Lehrer es que pasar ratos aparentemente “sin hacer nada”, puede ser enormemente positivo para la innovación de una empresa. Ya lo hemos afirmado anteriormente en otros artículos cuando decíamos que a veces conviene “olvidar” un problema al que no vemos solución: hacer un descanso o irse a casa, y dedicar el cerebro a trabajar en otra cosa que requiera poca o menos atención. Se trata de que busquemos momentos de relajación: como ir a comprar, tomarnos un café, dar un paseo, etc… ¡Todo ello con la tranquilidad de saber que el cerebro seguirá trabajando y de que, a lo mejor, Eureka!!!, dará con la solución al problema que nos estaba preocupando.

El caso de Milton Glaser y I love New York

Para ilustrar las ideas anteriores, Lehrer explica el caso del diseñador gráfico Milton Glaser y su famoso diseño dedicado a la ciudad de Nueva York, basado en un corazón y la imagen “I ♥ NY”.

Glaser tiene como lema de su estudio de Manhattan: “Art is work”. El arte, la creatividad, es un trabajo duro, largo y difícil. Se trata de tener una idea en la cabeza y ser capaces de transformarla en algo real. Lo que ocurre es que muchas veces la idea, o la solución a un problema, no suele llegar justo cuando la estamos deseando, es decir, en el momento en el que estamos trabajando duramente en ella. Por el contrario, la idea nos llega, como por arte de magia y sin aparente esfuerzo, en los momentos de relajación que nos tomamos después de habernos esforzado al máximo.

En 1975, Milton Glaser aceptó el encargo de la ciudad de Nueva York para crear una campaña publicitaria que permitiera revitalizar la imagen de la ciudad. En aquellos años la imagen de la ciudad era muy negativa con altos niveles de delincuencia y con una situación financiera próxima a la bancarrota. Nueva York era sinónimo de inseguridad y depresión.

Al parecer, una de las condiciones impuestas por el ayuntamiento de la ciudad, era que el anuncio hiciese uso de la frase: “ I love New York”. Con esta limitación Glaser no tenía más margen de maniobra que probar con distintas tipografías hasta encontrar la más adecuada para la ocasión. Al final optó por una forma cursiva con la frase I Love NY, la envió y todos la aprobaron. Parece que les gustó y quedaron todos satisfechos. Menos el propio Milton Glaser quien cuando relata los hechos nos cuenta: “…si yo hubiese sido una persona normal hubiese dejado de pensar en el proyecto. Pero no lo hice. Había algo que no me parecía acertado”. Lo que ocurrió es que Milton Glaser tenía la intuición de que era posible mejorar el material entregado: sentía que no había encontrado la mejor solución. Su cerebro seguía pensando en ello sin que él (su parte consciente) pudiese evitarlo.

Glaser cuenta que, al cabo de unos días de entregar su trabajo, y mientras se encontraba en un taxi en medio de un atasco, se puso a dibujar en un papel y… de pronto…, Eureka!!, encontró la solución y dio con el logo que se ha hecho famoso en todo el mundo.

“Vi el diseño acabado en mi cabeza. Vi la tipografía de máquina de escribir, y un grande y redondeado corazón rojo colocado directamente en medio. Supe en el acto que era así como debía ir”.

Glaser no dejó de pensar en el problema que le habían planteado y repitió la frase en su cabeza, al cabo de unos días el cerebro realizó las conexiones adecuadas para, en un momento de relajación, dar con la solución que estaba buscando. Glaser mantuvo la sensación de proceso inacabado en su cerebro, permitiendo que éste completase por la vía inconsciente lo que no había podido completar por la vía consciente.

Desconozco los detalles de cómo Glaser diseñó hace unos años las etiquetas de las botellas del restaurante 7 Portes de Barcelona con ocasión de su 175 aniversario. La anécdota, poco conocida incluso por los clientes habituales de este restaurante, es que, como me contó su propietario y amigo Paco Solé, al parecer el gran Milton Glaser sólo pidió como pago por el trabajo realizado que pudieran comer él y su mujer en el 7 Portes siempre que pasaran por Barcelona. Creatividad gráfica a cambio de creatividad gastronómica.

El resumen de este artículo es que la persistencia en el pensamiento de un problema irresoluble a nivel consciente, da la orden al cerebro de trabajar autónomamente en su resolución. Y que éste encuentra la solución, en la mayoría de los casos, en un momento determinado en el que probablemente estamos haciendo otra tarea. El ejemplo de Glaser nos enseña la necesidad de perseverar en nuestro pensamiento en la búsqueda de las mejores soluciones.

Artículo de Miquel Barceló

Miquel Barceló41. Creatividad 2, Miquel Barceló, 18 octubre de 2015

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